La extirpación del Zen

Tras muchos años de Yoga y meditación. En grupo, como alumna, como profesora, como individuo independiente, cada vez sé menos.
Menos…cada vez.
He pasado por múltiples etapas. Unas etapas iniciales de necesidad de cambio, después etapas de aprendizaje y experimentación, después etapas de expresión de lo aprendido, de regocijo… después, inmersiones en las olas de Matrix, en el caos , en baños allí donde se genera la realidad mental.
Confundiéndome, perdiéndome y reencontrándome en un baile eterno. Eterno.

He vivido y vivo períodos siendo observadora. Enriqueciéndome. Sufriendo cuando mi mente se presentaba para organizar, y teniendo la experiencia del éxtasis cuando he sido todo, cuando he experimentado mi totalidad.

He vivido períodos terrenos, toscos, de sufrimiento y de tortura mental. Periodos densos. De bajo astral.
También han sido y serán muchos años de vivir en el agradecimiento, por las experiencias con los alumnos y mis propias experiencias. Muchos años de utilizar todas las experiencias con otros y conmigo misma como aprendizaje para soltar, para volverme insignificante, para desaparecer, para diluirme en lo más inmenso.
Han sido muchos años de intentar, hacerles ver, sin palabras, a mis alumnos, que la respuesta no esta en mi, ni en ningún otro ser humano. Si no que está dentro de cada uno de ellos. De intentar que esto no fueran sólo palabras, si no de hacerles vivir esta realidad.
He callado «discursos» maravillosos de oír, pero peligrosísimos de recitar para el oído profano. Y no siempre fui entendida.
Nunca me importó.

Yo, no soy digna de los atributos que sus mentes me proyectaron. Ni cuando eran proyecciones «buenas», ni cuando fueron proyecciones «malas». Ni digna ni real. No lo fuí en todas y cada una de sus creencias. Sólo eran eso. Sus creencias. Yo , nunca tuve nada que ver. Poder ser consciente de esto ha hecho que lo pueda vivir con inmensa alegría y me ha hecho feliz.

Me sirvió y me hizo feliz y sentirme muy serena ver, en los que se quedaron y los que se fueron, sus propios crecimientos. Todos, quisieron seguir aprendiendo, y eso, es el destino final en este plano vital
Me lo repito continuamente, y así lo siento. «Yo», en realidad, no soy nada. Ni para nadie, ni para nada.

En todo este proceso, llegó una nueva anécdota, para seguir aprendiéndo. Cómo no . Encontrándome en lo que creí, que era el mejor estado vital para transitar por este mundo, me vino una nueva enseñanza.
Los «atributos» generados a nivel mental y físico ganados con el esfuerzo de la constancia del trabajo en el Yoga y la meditación, me fueron extirpados con un bisturí un 25 de Marzo.
Un día cualquiera.
Estos atributos, que yo quise sentir como «míos», resultado del trabajo continuado desaparecieron junto con 30 gr de glándula tiroidea.
Me quitaron la glándula tiroidea, y me quitaron el estado «Zen» en el que me encontraba.
De eso, hace ya algunos años, no lo sé, ni es importante el tiempo, no tengo el tiempo en cuenta. Lo que sí sé, es que tuve que seguir aprendiendo.

Pensaba, que ya sabía que yo era algo más allá de mi cuerpo.
Tenía la certeza.
He tenido experiencias místicas maravillosas. Unas, genuinas, y otras mentales . Lo he sabido discernir afortunadamente. Es lo que tiene la práctica.
Pero vengo a contar hoy aquí, que, el estado maravilloso existencial en el que yo me encontraba antes de la extirpación de la glándula, se esfumó en buena parte tras su desaparición.

La glándula y mi zen fueron a parar al cubo de la basura de un hospital, se llevaron consigo todas sus secreciones hormonales y con ellas, todos los procesos alquímicos que producían el maravilloso equilibrio en mí y que forman parte en el sistema endocrino, cuando éste es especialmente estimulado durante la práctica de yoga y meditación. Se marcharon muchos de los procesos bioquímicos que me mantenían, en general, en un equilibrio emocional, físico y espiritual. Unos procesos que me habían costado mucho generar.

Ha pasado un tiempo de aquello. Y sufrí. De nuevo mi mente en todo su se manifestaba, y esta vez, era «incontrolable».
Las secreciones que hacían que de forma natural me encontrara equilibrada, ya no estaban, y tuve que volver a aprender. Me volví reactiva de nuevo, mientras observaba el proceso con estupor.
Tuve que aceptar. Adaptarme y finalmente volver a soltar todo de nuevo. Seguir aprendiendo en definitiva.
Proceso largo y tedioso. Y enriquecedor como todos los anteriores procesos. Eso es lo que ha sido.

Ahora, de nuevo, me vuelvo a dar cuenta de que no se nada. Como siempre ha sido, y como siempre será.
Voy a seguir viviendo consciente de la grandiosidad de la vida misma manifestándose totalmente. Yo, vuelvo a no ser nada. Lo que siempre fuí.
He entendido el proceso físico que me «mantenía» en mi proceso «zen». He vuelto a limpiar la paja que inunda toda la existencia hasta donde yo alcanzo a ver de nuevo.
Hay que seguir.

Gracias al Universo.
Gracias al Todo.
Gracias.

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